jueves, 21 de mayo de 2015

Hilos del poder mediático


  
 Desde los orígenes de la humanidad hasta hoy, innumerables cuestiones de nuestras vidas diarias han cambiado. Lo que jamás pudo modificarse, es que todos vivimos y viviremos bajo el señorío de lo que podría englobarse en una sola palabra: poder. Este siempre fue la herramienta primordial para establecer el orden mundial. En cualquier ámbito que se lo busque –desde la Casa Blanca hasta una humilde casita en los suburbios de Luanda-, él está presente. Y Argentina no es la excepción. Se puede discutir si aquí el verdadero poder reside en el Estado o en la población. Lo que resulta invariablemente indiscutible al hablar de poder, es el importantísimo papel que cumplen los medios de comunicación; ya sea en representación de uno o de otro.


 Ya lo decía, hace cientos de años, el padre del periodismo argentino Mariano Moreno: “Los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra; ni oyen más que lo que se les dice”. Esta fórmula recitada por un personaje tan inteligente de nuestra historia, que sabía lo que decía y que estaba en todos sus cabales al hacerlo, no es ni cruel ni benigna. Simplemente es real. Representa una verdad histórica tan grande como el extenso territorio de nuestro país.

 Para ponerle nombres a las partes y ser más explícitos, la pelea Clarín-Gobierno no es un problema de esta empresa ni del kirchnerismo. Son diferencias que siempre existieron entre el Ejecutivo (primer poder); y el periodismo (cuarto poder –o quinto, según algunos autores que definen, y con razón, al económico como tal-). Desde su nacimiento, el periodismo fue tan vital como indispensable para el ciudadano. Supo defenderlo con coraje en el día a día para mejorar su calidad de vida. Entrañables son aquellos años en que la figura periodística representaba al abogado del pueblo y no del diablo.

 Desde los lúgubres noventa, esa esencia fue transmutando por completo y sus objetivos terminaron de desviarse de su eje para, difícilmente, retomar el andén de la ética. Previo a esta época destructiva para la sociedad argentina, abundaban los periodistas-investigadores. Hoy existe superpoblación de militantes formadores de opinión. No vemos más que en esos indefensos aventureros con micrófono la visible cara de los intereses económicos que representan. (Y con esto queda claro que algunos autores tenían razón: el poder económico le ganó el cuarto puesto al periodismo, pisoteándolo y dejándolo en coma. Tanto que hoy su vida depende de él.)

 La objetividad escasea y el verdadero sentido por las cosas importantes se pierde en las oleadas de sobreinformación recibidas diariamente. Programas de televisión que repiten incansablemente temas banales para cubrir huecos vacíos; programaciones radiales que duran la mañana entera y, al no tener información, la terminan dibujando con pinceles. Y por último, la más peligrosa y amenazante de todas las maneras de ejercer la profesión, los portales web. Estos, no hacen más que afirmar la rapidez insustancial, la inmediatez de la info y la necesidad del minuto a minuto que, en conjunto, han degenerado al periodismo hasta su desconocimiento, tornándolo trivial, insípido, anodino e intrascendente. Tener la primicia es menester para cualquier medio –grande o chico- y ya no importa el contenido o la laboriosidad con la que se trabaja una nota, sino su simple antelación. Quizás el diario, por su forma de trabajo, sea el único que resista esta problemática (aunque de eso se han encargado ya los programadores, creándoles a todos ellos su correspondiente sitio de internet).

 No se chequea con otras fuentes lo publicado ni se garantiza la veracidad de la nota, para no perder de mano con el “rival”. Utilizo esta dura denominación porque hace tiempo dejó, para mí, de ser válido el vocablo “colega”. Un periodista de Clarín y uno de 678 no pueden ser sino rivales. Discúlpenme y no se ofendan. Por más que alguno se resista, la corriente ideológica (la bajada de línea) los lleva a eso y nada pueden hacer para contraponerse si quieren seguir llevándole comida a la familia. Asimismo, los seguidores de un programa y otro llegan a ser rivales. Con los años, la grieta que divide a nuestra sociedad se ensancha y parece, a esta altura, irreparable. Vivimos en un mundo binario: K y anti-K. Como diría Carl Schmitt, ese mundo “no puede sino desatar una guerra”.

 El periodismo del siglo XXI, si bien trivial, se ha tornado temiblemente poderoso. Uno se pregunta, ¿cómo puede ser trivial y poderoso a la vez? Lo uno lleva a lo otro. El lavado de cabezas y la idiotización lograda por medio de programas como Tinelli, Rial o Gran Hermano; la sumisión de los sujetos y las colonizaciones de las subjetividades. Todas ellas se han vuelto patentes del poder mediático. La manipulación del sujeto es el arma con la que el Imperio impone en el mundo sus intereses políticos y económicos.

 Tampoco esta violación a la capacidad de pensar y esta succión del instinto para la realidad, es únicamente un sello distintivo del poder mediático. Cabe recordar que tiene sus orígenes cientos de años atrás. El papel que cumplen hoy los medios masivos es análogo al de la Iglesia en la Edad Media: esclavizar las almas, abolir el pensamiento y monopolizar la “verdadera ética”.

 Argentina es una hormiga en la representación del universo del poder. Para ejemplificar a lo grande, nos remitimos a Rupert Murdock, dueño de la cadena FOX. Es el pulpo mundial. Sujeto absoluto centrado en el corazón del Imperio que se arroja a la colonización de las subjetividades del mundo para someterlos a sus proyectos políticos (que representan, lógicamente, a Estados Unidos). Recordemos que todo régimen totalitario necesita de estas importantes vías de penetración ideológica, que entretengan, seduzcan… y sometan.

 Por este motivo, los medios masivos de comunicación no dejan de ser extremadamente peligrosos en una frágil y crédula sociedad como esta, dispuesta a ser manipulada como marioneta por los soldados del Imperio comunicacional. Para que este plan dé sus frutos, siempre se debe contar con el idiotismo de los sujetos. Una vez que conquistado dicho idiotismo, se lo profundiza y se trata de evitar que el sujeto huya de él. Como bien dice Feinmann, lo fundamental que hay que quitarle al hombre para someterlo, es la conciencia (no existe contrapoder sin conciencia crítica).

 Imaginan un mundo perfecto, donde los subversivos son «células dormidas» y por ende, no se les oponen. Donde pueden quitar y poner a su antojo. “Uso lo que hay que usar y leo lo que hay que leer”. Se me viene a la mente –con nostalgia- aquella vieja frase que dice que “el buen periodismo dice la verdad y la buena literatura miente”. En la actualidad, la verdad está monopolizada; la realidad es una construcción interesada del medio que la enuncia. Y comunicar una verdad por medio de tantas bocas (facultad únicamente atribuible a los medios masivos) es transformarla en verdad de todos. Las voces alternativas son pequeñas y, por fin, superadas por el emisor hegemónico, quien las llevará a la quiebra o las incorporará al grupo monopólico.

 Pocas cosas le resultan más cómodas al poder de turno que esto. Se ha exterminado la subjetividad. Para ellos, somos objetos a los que se nos imponen sus intereses. Cuando Hardt y Negri conjeturaron que el imperio engendra la multitud que habrá de destituirlo seguro no previeron lo debilitados y desamparados que íbamos a estar contra el sistema del poder mediático en el tercer milenio, que tanto nos quita y nada nos aporta. Sólo desinformación y naderías.

 ¿Y cómo no va a poder tergiversarse la realidad, el presente?, si hasta el pasado puede modificarse (los historiadores no paran de demostrarlo). Sartre lo dijo y Foucalt lo reafirmó: “Somos sujetos sujetados” que no pensamos, sino que somos pensados.   

 Está en cada uno de nosotros torcer ese triste destino al que nos llevan los centros onerosos del mundo. Para informarse en el siglo XXI, se necesita ser un escéptico y ateo del honesto y puro periodismo. Éste no existe, se extinguió hace años como el mamut. Se transformó en militancia. Hay que sacar del cajón las pinzas y leer con rigurosidad lo que se nos vende como mercadería (inevitablemente, cuando la información es vendida como mercadería triunfa el capitalismo y muere el verdadero periodismo).

 Maximilien Robespierre pronunció, en aras de la Revolución Francesa, una frase cuyo candor nos sirve aún para hacer analogías con las relaciones pueblo-poder. Dijo: “El peor enemigo de un gobierno corrupto, es un pueblo culto”. Jean-Paul Sartre, varios años después, le dio un giro filosófico y colorido a la frase de su compatriota francés, que viene como anillo al dedo para cerrar el ensayo como reflexión final: “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”.


martes, 19 de mayo de 2015

Xeneizes: vencedores y vencidos



  Las últimas horas del sábado, CONMEBOL dio a conocer detalles sobre la sanción a Boca por el incidente en La Bombonera, ocurrido el pasado jueves en el cruce de vuelta por los octavos de final de la Copa Libertadores contra River. 

 Un verdadero bochorno la liviandad con que se tomó el caso en los escritorios y con la que se resolvió el fallo final. No bastó la exclusión del equipo de la vigente competencia, ni alcanzan los 200.000 dólares de multa o los ocho próximos cotejos sin estadio ni público para resarcir los daños causados. 

 La salud de los jugadores –y de las personas sobre todo- es un valor que no tiene precio. Hasta el día de hoy, no se conoce con especificidad el tipo de gas utilizado para dañar la integridad de los “rivales”, ya que aún no se han realizado los análisis toxicológicos correspondientes. Doctores y especialistas afirman que las consecuencias pudieron haber sido mucho peores y los posteriores lamentos, trágicos e infinitos.

 El club responsable debería bordarse una nueva estrellita en su escudo gracias a las negociaciones que el abogado de la entidad llevó a cabo en Paraguay, país sede de la CONMEBOL.

 Por haber matado al fútbol, tanto en juego como en espectáculo, la sanción resulta casi imperceptible. La terminaron sacando barata Daniel Angelici y su gente, ya que se hablaba previamente de medidas más severas: una hipotética prohibición del estadio más duradera y no sólo en el ámbito internacional.

 Sin embargo, sanciones deportivas menores y un monto de dinero que no representa grandes inconvenientes para el club más millonario de la Argentina, dejan abiertas las heridas y hacen balancear con mayor vehemencia la espada de Damocles que pende sobre la cabeza del fútbol nacional.

 Como futboleros pero más aún, como actores sociales, tenemos un deber sustancial que es reconstruir el camino que nos está empujando hacia el abismo que causará la desaparición del espectáculo; y comenzar a caminar por nuevos senderos que nos devuelvan la transparencia del sano folklore.

 No obstante, para jalar la punta del ovillo hay que tener en claro que fue desde la llegada de las barras bravas, allá por los setenta, que la violencia se instaló en los estadios con mayor magnitud año tras año. Entonces ése es el cáncer que habremos de combatir para volver a la normalidad. La inquietud dominante es cómo llevar a cabo su erradicación si los delincuentes del fútbol son los brazos armados de dirigentes, políticos y narcotraficantes.

 Los violentos han vencido en las canchas y los dirigentes avalan desde el escritorio. El grado de permeabilidad institucional se volvió nuestro sello distintivo, sobre todo desde los inicios del Grondonismo. Las barras bravas gobiernan los clubes y desde la cumbre política, nada se hace para extirpar ese tumor maligno que enferma gradual y paulatinamente y que nos lleva, inexorablemente, a la muerte más dolorosa que puede sufrir un verdadero hincha: dejar de ir a la cancha.

 Una nueva derrota. ¿Hasta cuándo? 

miércoles, 13 de mayo de 2015

Operación: Colonizar el Poder Judicial.

El kirchnerismo arremete contra el juez Fayt


 Estamos acostumbrados a los repentinos ataques del gobierno a la justicia –o a cualquier poder que le sea incómodo-, pero este en particular tiene un grado de inmoralidad y de irrespetuosidad altísimo. La oposición, aunque resiste, ha tomado el asunto con cierta liviandad y (creo yo) sin advertir la gravedad del suceso.

 El argumento del gobierno es totalmente insípido, carece de fundamentos. Se acerca más a lo que sería una estigmatización. La única imputación que se le hace al Ministro de la Corte Suprema es la de ser viejo, y eso no está escrito en la constitución. Es directamente un ataque a un juez independiente que revuelve con el dedo la llaga de Cristina y sus acólitos. También a la Corte, que es uno de los pocos estamentos del Poder Judicial que escapó de la colonización del kirchnerismo y que constituye un último límite institucional para el Gobierno. Para ser más claros, es el único poder que le falta conquistar al Ejecutivo para alcanzar un autoritarismo característico al de un gobierno totalitario que intenta quebrantar la división de poderes acuñada por Montesquieu en el siglo XVIII que hacen república a una república.

 El objetivo de la operación es evaluar las aptitudes de Fayt, que inevitablemente –le cueste a quien le cueste- adquirió con la experiencia a lo largo de décadas en el puesto, y sus capacidades cognitivas para el ejercicio de la magistratura. Ahí sí podemos consensuar un chequeo en forma de re-evaluación. Hay que aclarar que la salud de un funcionario público no califica dentro de vida privada, ya que es un hecho de interés público y que debemos conocer los ciudadanos.

 Lo que me hace muchísimo ruido y evidencia la putrefacción estatal, es que en la misma reunión donde se discutió con fervor el tema de Fayt, se rechazaron los pedidos de juicio político contra el vicepresidente Amado Boudou, que por cierto tiene dos procesamientos por corrupción (uno por la causa Ciccone y otro por falsificación de documentos públicos).

 Este amiguismo y favoritismo que propone el modelo de Cristina Fernández de Kirchner es una fuerte violación a nuestros derechos como ciudadanos de una república. Y la búsqueda de destituir al fogueado Ministro de la Corte Suprema, Carlos Fayt, parece a grandes rasgos la necesidad de forjar un escudo que proteja a la presidenta -y a muchos funcionarios públicos- debido a un posible cambio de timón en el Poder Ejecutivo. 

lunes, 11 de mayo de 2015

La construcción en Rosario: contaminación, falta de espacios verdes y tráfico pesado.

Hipótesis de una investigación inminente.



 Realmente nos interesa –y hasta preocupa- presenciar en primera persona el apabullante crecimiento de la edificación en la ciudad de Rosario, que no está correctamente planificado porque la “cantidad” no hace la “calidad”. Con calidad de vida no estamos hablando de lujos que puedan darse personas de clase media-alta en un departamento con vista al río Paraná; sino todo lo contrario. Su aspecto negativo, que es nada menos que la imposibilidad de aquellas personas sin un piso y un techo de habitar estas construcciones. Esto se debe a los elevados precios de nuevos y modernos edificios, que claramente no están hechos para darles un hogar a los que no tienen acceso sino que se trata exclusivamente de suntuosidades.

 Entonces nos preguntamos, ¿se está solucionando el problema de la pobreza o se está colaborando a acrecentarla? ¿Hasta qué punto es correcto levantar inmensas torres para tapar las sombras de las villas? Es evidente que el dinero está, pero… ¿se está invirtiendo correctamente o las empresas tienen las prioridades desordenadas?

 Este flagelo necesita encontrar una solución pronta y, año a año, lo único que se hizo desde la política fue esconder debajo de la manga como un mago novato y sin experiencia algo que se puede vislumbrar en el mismísimo momento de ingresar a la ciudad por cualquier acceso: la abundancia de villas inhóspitas.

  Una de las temáticas principales en la que basaremos nuestra investigación, será cómo las constructoras destruyeron los grandes parques y zonas verdes con las que gozaba la ciudad, para vomitar encima de sus escombros shoppings, casinos, centros comerciales, industrias, negocios, edificios de lujo y demás opulencias.

 Además, en cómo la paulatina desaparición de estas imprescindibles fuentes de vida que son las plazas con verde y los lugares al aire libre, afecta al ambiente y por ende, agudiza la contaminación. No es requisito indispensable ser especialista en ecología para advertir y determinar que los residuos de una fábrica son mucho más perjudiciales a la salud del medioambiente que el parque donde previamente se respiraba naturaleza y que después el capitalismo lo convirtió en un mero escenario de zona industrial.

 Para la tercera ciudad más habitada de Argentina, la falta de terrenos libres (quedan muy pocos en los que todavía no se haya planificado nada) y la ocupación de los mismos, arrastra un viejo contratiempo y una gradual dificultad: el pesado tráfico.

 Es imposible llegar desde tu casa al trabajo, a la escuela o adonde sea que vayas, sin haberte estresado previamente. El hacernos “mala sangre” al volante es nuestro sello distintivo. Ni hablar del caos y el tiempo que implica transportarte al centro de la ciudad, ya sea en auto, en colectivo o en bicicleta. Resulta misión imposible no toparse con una calle reducida por “obras en construcción” o bien, cerrada. Como consecuencia de esto, el embotellamiento que se produce –casi como experiencia cotidiana para los rosarinos- deja algunas secuelas: vías de transporte trabadas, olor a nafta quemada y bocinazos por doquier.

 Estos grandes revuelos han causado que se extermine con la tranquilidad, el orden y el aire límpido que alguna vez reinó en las calles de Rosario; para cederle el pedestal de los vencedores al caos, a la vorágine y a la temida contaminación, que se lleva el primer puesto.

 Nuestro objetivo en este trabajo será abordar las múltiples problemáticas que conlleva la construcción en Rosario, siendo ésta el centro de la investigación que llevaremos a cabo. Nos permitiremos también navegar por lateralidades como la desaparición de espacios verdes, la contaminación del medioambiente y el pesado tráfico de nuestras calles, pero nunca desviándonos de nuestro eje.