domingo, 29 de junio de 2014

Los verdaderos héroes olvidados.

Por Fabrizio Turturici. 

Los héroes olvidados de nuestra patria, son aquellos que pese a haber entregado el alma y el pellejo por la Nación, sólo quedan hoy las reminiscencias de sus huellas, los fantasmas de nuestros valerosos y audaces combatientes.

"Una nación que olvida a sus soldados, navega hacia su propia destrucción"
 Históricamente, se acostumbraba rendir homenaje única y exclusivamente a generales –o algún similar alto rango- caídos en batalla; por suerte, esto cambió y desde Malvinas, se reparten esta gratificación entre soldados y conscriptos. Porque en definitiva, son ellos los que se expusieron a tamaña peligrosidad de rozar la vida con la muerte, la gloria con el fracaso y la eterna remembranza con el olvido, constantemente.

 ¡Ojo! No hay que confundir la enfermedad con el remedio. Hubo quienes no osaron ir al frente nunca, y que cómodamente prevalecieron en la eternidad por haber trascurrido la gesta bélica desde el confort de un hotel, con calefacción y agua caliente, y sin el sonido persistente de los nocivos obuses estallando. Paralelamente, los conscriptos tenían que soportar taladrantes gélidas que le propinaban los pozos de zorros, en los cuales pasaban la noche sin garantía alguna de despertarse con vida. ¿Despertarse?, siempre y cuando tuvieran la capacidad de poder dormir mediante el incesante estallar de las bombas y los alaridos de los proyectiles enemigos. Enfrentar el hambre, la sed, la mugre y la muerte, era algo cotidiano para ellos.

 Irónicamente, quienes se mantienen perennes en la historia son los generales; los primeros en tirar la toalla cuando la situación se enmaraña y los últimos en arriesgarlo todo por la patria. Hubo excepciones, claro que hubo algún que otro General San Martín pululando en nuestra historia.

 Retomando el hilo, estos cobardes generales emprendían la retirada dejando a su propia merced a los soldados (“los chicos de la guerra”, según algunos despectivos) que, muchos de ellos, harapientos y malheridos, hasta no agotar la última de sus municiones jamás hubieran tomado la decisión de rendirse. No sólo eran abandonados a mera suerte por los altos cargos, avenidos sin orden táctico ni apoyo estratégico, sabiendo que sus posibilidades de vida eran casi nulas, sino que vencían o perecían al eufórico grito de “¡Viva la patria!”.

 Anécdotas increíbles sí las hay. Transportándome a la guerra argentina más aledaña, la Guerra Austral (la de las Islas Malvinas), hay una que me parece digna de ser citada en este texto:

 Hubo un soldado llamado Poltronieri, que él solo, detuvo el avance inglés en el monte Dos Hermanas. Detrás de una enorme roca, y mientras los británicos avanzaban rápidamente, se batió a tantos contrincantes que ellos mismos, posguerra, confesaron haber pensado que detrás de esa piedra, no había menos que una escuadra, y por eso se fueron. Su grupo se había reducido por muertos y heridos, y cuando quedaban unos pocos, el joven conscripto Poltronieri los obligó a irse a todos (los tuvo que apuntar con su propia ametralladora para que sus valientes compañeros cedieran) tomando la decisión de quedarse él, ya que no tenía esposa ni hijos, y sus colegas sí. Los resistió durante horas, hasta que los rivales ingleses tomaron la determinación de emplear el repliegue sabiendo que jamás iban a poder vencer a “ese pelotón” detrás de la roca.

 Como ésta tantas, que merecen ser narradas en todas las escuelas del país, para que se recapacite y se tenga en cuenta con más orgullo quiénes son los que entregaron todo por nuestra patria. Los presidentes de turno no los quieren, es claro, porque un país sin héroes es más fácil de dominar. Nosotros, como sociedad, les estamos en grandísima deuda. ¿Seguiremos teniendo como eminencias de Argentina a Maradona, Charly García y el Papa Francisco (con todo el respeto que ellos merecen), ignorando nuestra patriótica historia, llena de valor y coraje? ¿Soslayando a estos muchachitos que, con la cara sucia por meses y con todo en su contra, se jugaron enteros su integridad para conformar la historia grande de nuestra Nación?

 ¿Es justo que, cuando estos impávidos luchadores arribaron de vuelta al continente, con la bandera albiceleste envuelta en su lisiado torso, nada se haya hecho por ellos, ni para agradecerles ni para reintegrarlos? ¿Que tengan que soportar, además de los consabidos traumas posguerra, a una sociedad que los margine, los desdeñe y se refiera a ellos como “los locos de Malvinas”?

 Estuvieron a un pasito de haber vencido, pero como sus cobardes generales se entregaron antes de lo previsto, han quedado olvidados en nuestras memorias, por una sociedad argentina triunfalista y exitista, que los ha negado por el simple hecho de no haber podido recuperar (por yerros de los dirigentes políticos y de los elevados rangos militares) lo que todos anhelamos: las Islas Malvinas.


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