sábado, 9 de agosto de 2014

Análisis: Rosario Central 3 - 1 Quilmes.

Por Fabrizio Turturici.

   Los dos goleadores que le dieron la victoria: Delgado y Acuña.
 Rosario Central, con su habitual 4-4-2 y su idea de fútbol vertical que no prosperó, enfrentó a un Quilmes que, de principio, se lo imaginaba agazapado en su campo con dos líneas de 4 bien marcadas, más allá de que su disposición táctica en la cancha sea un 4-4-3. Sin embargo, ocurrió lo inesperado: Quilmes salió a jugar mejor parado, con mayor estabilidad defensiva (Pérez Godoy se metió entre los centrales formando un triángulo corto y Central no pudo contra eso), y proponiendo un poquito más que su rival en cuanto a materia ofensiva. Por suerte, en el segundo tiempo la crónica es otra.

Resultan banales mis intentos de analizar el partido como uno solo; en cambio, únicamente se me hizo viable descomponerlo en dos partes. Porque para mí, desde el momento que Arnaldo González la colgó del ángulo tras un tiro libre generado por una desconcentración defensiva del local, empezó el fútbol.

 Antes de eso, eran dos equipos volcados a la cancha sin ningún proyecto estratégico y abusando del estatismo táctico. Especulando demasiado con el rival de enfrente y con la cabeza más puesta en el largo parate del que venían que de un grato debut, el partido cayó en un pozo engorroso difícil de sobrepasar. Jugadas claras en el primer tiempo dignas de ser relatadas no hay, salvo aquella emprendida por Sarmiento desde la izquierda, que termina con una increíble situación despilfarrada por Hipperdinger luego de un flojo rebote de Caranta al medio (que ya venía de comerse un gol de tiro libre a su palo). Cuestiones tácticas a destacar en esta primera mitad: que el Canalla tuvo complicaciones por la banda diestra, donde el recién mencionado Bryan Sarmiento (10) hizo desvanecer a Ferrari, ya que no sólo logró contener la subida del Loncho, sino que lo hizo bailar cuarteto cada vez que lo encaró. Por ese sector tuvo vertiginosidad el partido, aunque escaso de ritmo y de profundidad. Es cierto, esto también se debió, en gran parte, a los desacoples entre Musto y Domínguez, que habían demostrado ser una dupla interesante, pero que no escalonaban –ni Musto taponó ni Nery se soltó- y jugaban equívocamente en línea.  Mismo pecado que el doblecinco, cometió la zaga central. No se notó que alguno haya cumplido la función de último hombre para evitar quedar mal parados. Más allá de los obvios desajustes que pueden tener duplas nuevas, todavía no aceitadas; no se corrió grandes riesgos debido a la tibieza con la que iban al frente los contrarios, y a la velocidad cuasiamateur con la que se disputó el encuentro. De todos modos quiero descollar las actuaciones de los debutantes Musto (claro en los pases y preciso en las coberturas) y Acevedo (férreo en la marca y en el juego aéreo, e impecable en los cruces).

 ¿Central equivocó los caminos? Sí. No se divisó en su juego el consabido verticalismo del torneo pasado, sino que cayó en la simpleza del “fulbito” insulso, previsible y totalmente pasivo. De acá para allá, de allá para acá, y no piso el acelerador ni desequilibrio de tres cuartos de cancha para adelante para evitar problemas en el retroceso. Tampoco se jugó para Abreu, y eso que entre Medina y Aguirre tiraron casi treinta centros, de los cuales ninguno conectó con peligrosidad la cabeza del centrodelantero.

 En fin, los primeros cuarenta y cinco minutos de vuelta al fútbol, dejaron mucho que desear y exterminaron las altas expectativas que tenía el hincha de Central, que había concurrido al Gigante de Arroyito con la misma avidez y el idéntico ensueño de siempre, de ver buen juego en su equipo.

 Pero no es la primera vez que el equipo de Miguel Ángel Russo se levanta de las pálidas para ponerle su rostro de Guerrero a la sequía de fútbol, y acá es cuando empieza otro partido. Con ímpetu y espíritu supo rehacerse sobre sus cenizas, y el gol con el que se encontró en su empeine el Loco Abreu lo envalentonó hacia la victoria. Pelotazo frontal de Medina para Niell, gran salto del enano que logra vencer a la pésima salida de Benítez y concreción del uruguayo para el empate. Acá se da el punto de inflexión del partido.

 Con el crecimiento de Delgado y con el arrastre de Jonás Aguirre por el flanco izquierdo, y más tarde -de la mano de la cantera- con los ingresos de Becker y Acuña que le proporcionaron el toque de sorpresa y la chispa de explosión que necesitaba al equipo para dar vuelta el partido, Central revirtió la historia a cinco minutos del final, y selló la alegría del pueblo auriazul en el último minuto. También fue relevante el aporte de Damián Musto, que creció en el segundo tiempo cuando se soltó un poquito más (gracias a la regresión del visitante) y fue el más claro punto de apoyo del ataque canalla.

 Como decíamos, Pablo Becker (que ya había amenazado con un majestuoso pase entre líneas que dejó mano a mano con el arquero cervecero al Cachete Acuña) deslizó la pelota por un restringido túnel al ciclotímico Rafael Delgado, que con un zapatazo al segundo palo enfervorizó al estadio y le dio la –desde entonces- merecida victoria.

 Sobre el final, resguardándose en su arco de los intermitentes ataques de su rival, encontró el tercero, de la mano de los dos jugadores que cambiaron el curso del partido. Contragolpe implacable: Nery roba y efectúa la salida rápida para Abreu. Éste pivotea y habilita a Becker, que traslada y corona su segunda asistencia de gol en el partido, ahora a Acuña, que amaga y define con mucha tranquilidad.

 Quilmes se había desmoronado físicamente y eso influyó, hay que decirlo. Pero nadie puede negar que en el segundo tiempo, Rosario Central haya ido con convicción, con corazón y con algo de fútbol para comenzar el año de manera ideal. Un 3 a 1 a favor, en su cancha, que sirve para extirpar los nervios y las ansiedades del debut, relajarse y poner la cabeza en el siguiente objetivo: River Plate en el Monumental.

El árbitro: un desastre. Demostró que no está capacitado para dirigir este tipo de partidos. Utilizó dos reglamentos distintos para cada equipo –los jugadores de Quilmes le hicieron lo que quisieron adentro de la cancha.

La figura: Pablo Becker, que con audacia ofensiva, desniveló cada vez que la tocó y torció el desvaído destino al que caminaba Central en el partido.

El técnico: Miguel Ángel Russo supo revertir la actitud desde el vestuario del entretiempo. Y si bien demoró los cambios algunos minutos de más, dio en la tecla justa en cuanto a nombres.




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