Por Fabrizio Turturici.
Antecedentes:
River: viene de una importante victoria desde lo
futbolístico vs. RC, y un valioso triunfo desde lo anímico vs. Colón por Copa
Argentina (aunque por lo tanto, de jugar un partido entre semana). Dos puntos
totalmente favorables: venir invictos en la “era Gallardo” y contar con público
a su favor.
Godoy Cruz: cuatro puntos en dos partidos, que
significaron un categórico triunfo ante Banfield por 3 goles y una levantada de
un 0-2 ante Quilmes empatándolo agónicamente.
Historial: victorias
–extrañamente- a favor de Godoy Cruz (con este partido, están igualados).
Formaciones:
River: (4-3-1-2) Barovero;
Mercado, Maidana, Funes Mori y Vangioni; Sanchez, Kranevitter y Rojas;
Pisculichi; Mora y Teo. (Único cambio la figura pasada Chiarini x Barovero)
Godoy Cruz: (3-4-1-2) Moyano; Jerez Silva, Aguilera,
Cosaro; J.L.Fernández, Rodríguez, Zuqui,
Ceballos; Aquino; Garro y Ramírez.
Comentario final:
Claramente el equipo
visitante salió decidido a atacar y sumido en la búsqueda incesante del gol
durante los 90 minutos de partido. Esto se ve reflejado rápidamente en el
resultado, ya que al primer minuto de juego, se ponía en ventaja con un golazo
de Sánchez tras una estética jugada con toques rápidos, de primera, y sin dejar
acomodar a la defensa rival. Si bien ésta no quedó mal parada, River la
desestabilizó con paredes desde el sector izquierdo que terminó con un centro
de Vangioni y una gran definición –también de primera- del uruguayo Sánchez (ex
Godoy Cruz). Este gol fue mérito total de River, pero el segundo fue claramente
fallo del rival. A los 3’
y de un saque de arco de Barovero que peina Mora, Teo se escapa solo contra las
redes tras un yerro payasesco del arquero Moyano, y engrosa el marcador por dos
goles para brindarle la consabida tranquilidad del formidable partido que tenía
por delante.
Sin relajarse pero
más confiados por el resultado, el conjunto millonario puso, con gran
incidencia de sus laterales y volantes, contra las cuerdas al local. Además, se
hallaba ante un 100% de efectividad (dos jugadas, dos goles), la concreción que
le faltó en anteriores partidos.
Con goles tan
tempraneros, lógicamente, se rompieron los esquemas y se exterminaron todos los
proyectos que podía tener el Tomba en la previa. No así los de River, que
seguía jugando como si fueran todavía 0 a 0, con la misma intensidad e idea de juego,
y afianzándose en su materia cada minuto que pasaba.
Godoy Cruz vivía una pesadilla que no tenía provista, y en
su pésimo retroceso se encontró con los bombardeos del rival, cada vez más
próximos a seguir humillándolos. Por ejemplo en aquella jugada a los 10’ , cuando despilfarraron un imperdonable
contragolpe 3 vs. 2. El confundido equipo de Carlos Mayor -evidentemente
inestable en la defensiva- se lanzaba como podía al ataque con sus escasos
recursos y así y todo, consiguió inquietar a River –las pocas veces que el
pressing de éste fallaba- ganándole las espaldas a los mediocampistas, pero le
faltó claridad para definir.
Al cuarto de hora de
partido, la defensa mendocina se desentendió totalmente de las marcas en un
tiro libre en contra, intentando un fallido achique hacia adelante que buscó
provocar el off-side (o simplemente quedándose, producto del estado de shock en
que se encontraban luego del duro golpe recibido), y Mora apareció para
conectar el 3 a
0, en apenas 15 minutos.
Está claro que Godoy Cruz no hizo lo correcto al salir a
presionar en la zona media, ya que River contaba allí con sus jugadores más hábiles
y con su idea de toques de primera, salían victoriosos siempre. Mi humilde
opinión es que el partido hubiese sido otro, si hubiesen achicado en lugar de
ir desesperadamente sobre la posesión de la pelota. Cuando River se dio cuenta
de esto, efectuó perfectamente el contrapressing: con toques continuos dejaban
pagando la presión en zona 2 del Tomba y terminaban favorablemente mano a mano
con los defensores. Observamos repetidamente durante el desarrollo, que como sus
contrincantes corrían ciegamente hacia la pelota, su jugador más inteligente
–Kranevitter- limpiaba la cancha (ya sea con un cambio de frente o con un pase
entre líneas) y conseguían de esta manera, campo para lastimar. Lateralizando
la pelota y haciéndose ancho sobre su integridad, lograban desarticular al
adversario con gran movilidad de desmarque de todos sus jugadores y así,
entraban al área sin golpear la puerta, con mucha libertad.
Cuando River, por su
parte, no tenía la pelota: se comprimía siempre en superioridad numérica al ejercer
una presión alta, se esforzaban por la recuperación (tanto Mora como
Pisculichi, de notable compromiso táctico sin pelota, como Rojas y Sánchez,
cuando se cerraban brindándole apoyo a Kranevitter y a la defensa). Esto
desgastaba a los rivales, ahogados durante el transcurso de los 90 minutos, y permitía
la rápida recuperación del balón –generalmente antes del mediocampo. Ahí es
cuando River olvidaba por momentos su libreto de posesión y fútbol horizontal,
para asirse al contragolpe vertiginoso y al desenlace rápido, que causaba
sorpresas en la retaguardia del rival. Este es un detalle muy destacable del
equipo de Gallardo: no atenerse a un guión, o sea, ser versátil y cambiante
según la situación.
River en cada ataque daba
concretas sensaciones de gol. A la media hora de juego, Teo se perdió un mano a
mano absolutamente solo. Cinco minutos después, lo hizo nuevamente al no saber
bajar una pelota que le hubiese significado el cuarto a su equipo. Y a
continuación de esa oportunidad, hubo otra mediante una chilena de Mora.
El Tomba, desesperado
y confuso, se sumía cada vez más en la ridiculización propinada por su contrincante.
Dato adicional: a los malos desajustes defensivos, los perjudicaron también las
malas situaciones del campo de juego, que hacía que se patinen todo el tiempo.
En alguna remota recuperación, era sumamente vertical (aunque con poca
profundización) por dicha necesidad de descontar lo más pronto posible, pero
esto se le hizo imposible además, por sus dos delanteros lentos y pesados, que
eran Garro y el Tito Ramírez. Este último, con poco menos panza que mi padre.
El nuevo sistema de
juego que propuso River ilusionó al hincha, ya que logró compaginar: compromiso,
convencimiento, actitud, estado físico, calidad técnica y capacidad táctica. Una
columna vertebral sólida, compuesta por un Barovero eficaz, un Maidana como
último hombre y un Funes Mori con grandes capacidades de anticipo (consolidados
como una formidable dupla), un Kranevitter como punto de apoyo y salida, que
perdió tan sólo una vez el balón, que recuperó 11 y que dio más del 90% de
pases correctos. Complemento perfecto con Rojas y Sánchez, de gran despliegue.
El apoyo lateral de Vangioni y Mercado cuando se desprendían, la conducción de
Pisculichi como enlace del avance millonario y la contundencia de sus
delanteros.
Uno, utilizando la
razón, imagina otra postura de los locales en el segundo tiempo. Esto no fue
así. Si bien es cierto que tuvo algunas situaciones aisladas para descontar en los
primeros minutos de esta mitad, donde el partido tuvo más ida y vuelta que un péndulo.
Incluso había salido apenas mejor parado, un poquito más ordenado. Pero River seguía
alternando toques de primera con peso ofensivo, y el Tomba se terminó de
desmoronar a los 15’
del segundo tiempo, con los ingresos de Tomás Martínez y Boyé. Estos le dieron
oxígeno y le imprimieron más velocidad y chispa ofensiva. El partido para los
mendocinos se le volvió a tornar un calvario, y soñaban ávidamente con el
pitazo final.
El cuarto fue otro
golazo. Avenidos en la idea de ampliar la ventaja, tocando repetidamente
entraron Martínez y Gutiérrez, que luego de dos paredes seguidas y la
definición del colombiano al segundo palo, pusieron el 4 a 0 definitivo.
La expulsión del
capitán J. L. Fernández ya no tuvo trascendencia, y el arbitraje del partido
pasa a un segundo plano con tremenda distancia de goles.
El tiempo se iba
consumando y River se volvía a Núñez con mucha felicidad y satisfacción. La de
seguir invicto con Gallardo desde el banco, y la de haber encontrado el equipo
y la forma de su funcionamiento. Me
quedo con la imagen de River presionando intensamente en la zona 1, a los 85 minutos de partido
y con cuatro goles de diferencia.
Mi figura, sin dudas:
el juvenil Matías Kranevitter. Combinó cambios de ritmo, de frente, pase entre
líneas y estabilidad defensiva (completísimo, gran proyecto de la institución).
No hay que olvidar que lo obnubiló completamente a Aquino, que en la previa era
una de las amenazas que iba a proponer Godoy Cruz.
En resumen, impecable
victoria de River, que acopló presión y juego asociado en velocidad. Parece que
Gallardo en poco tiempo encontró el equipo, y a los 11 titulares le suma el
aporte de los juveniles del banco, que entran mucho mejor sin presión, a aportar
y no a salvar. Si el Millonario mantiene esta línea, podrá ser bicampeón sin
problemas. El tema es que no será fácil mantener este ritmo durante todo el
campeonato, y también incide, obviamente, lo que te proponga el rival. Porque
no todos los equipos van a sugerir un planteamiento tan insuficiente como el de
Rosario Central la fecha pasada, o el de Godoy Cruz. Este equipo de Carlos
Mayor, que se equivocó desde la previa al proyectar el desarrollo, y que lo
pagó caro, con una goleada y una pintada de cara en su cancha.